La maldición
Festejos de cañas y toros, Comedias de Lope y de Tirso y las procesiones de Semana Santa, marcan el ritmo vital y apasionado de una Sevilla que aún en decadencia, sigue siendo el corazón de un Imperio donde aún no se ponía el Sol.
Es en este ambiente que un joven aprendiz del taller del maestro Murillo, don Iñigo Palomino, como consecuencia de unos amoríos desgraciados con una novicia en clausura, de pronto se enfrenta al terror creciente de una maldición que se va cumpliendo día a día de manera inexorable
Y es así como que en medio de uno que otro banquete en la mejor fonda de la judería, de devociones en Santa María la Blanca, de duelos a espada en las Atarazanas, de amores apasionados con una actriz famosa; La Calderona, y de obras y entremeses en el Corral de Comedias de los Alcázares Reales, la maldición, supervisada en su cumplimiento, por un extraño personaje que visita a Iñigo cada noche, sigue manifestándose en forma paulatina hasta que, para desesperación, espanto y terror del mozo, termina por cumplirse a cabalidad.
Es a este personaje diabólico y siempre teniendo como fondo la omnipresencia tenebrosa del tribunal del Santo Oficio, que se enfrenta Don Pedro González, párroco de Santa María y confesor del joven, con valentía y todos sus recursos metafísicos.
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