RESEÑA CONSPIRACIÓN EN LA HABANA, es una novela donde se mezclan surrealismo, realismo sucio, humorismo, las novelas policiaca, gótica y fantástica, la investigación y el ensayo. Aunque la trama ocurre en Cuba, principalmente a partir de la década del cincuenta del pasado siglo XX y hasta hoy, muchos de sus cuarenta capítulos transcurren en Hawái, Miami, Madrid, Moscú, París, Berlín, Ciudad Vaticano, así como en otras ciudades europeas, en épocas pasadas; para descubrir trazas, conexiones y relaciones con temas que pertenecen al ocultismo, la teosofía o el esoterismo, con la realidad político-social y socio-económica de la Cuba posterior a 1959. Entérese de sectas satánicas reales, de complots, intrigas y confabulaciones internacionales por el poder y el dinero; y descubra, usted mismo, entre líneas, el destino de la fabulosa herencia de los Manso de Contreras, el verdadero objetivo de la visita de Juan Pablo II a la Habana… pero sobre todo: Descubra la realidad, ésa que no aprecia porque se encuentra tras el velo de su propia imaginación.

Así comienza, Conspiración en La Habana...

debemos aceptar a la naturaleza tal como es: ab­surda.

 Richard Feynman, (1918-1988). Premio Nobel de Física en 1965.

 

En la escala de lo cósmico,

 (Toda la física moderna nos lo enseña),

solo lo fantástico tiene probabilidades de ser verda­dero.

 Pierre Teilhard de Chardin, (1881-1955). Sacer­dote je­suita, paleontólogo y filósofo francés.

 

CAPÍTULO I

Ciudad de La Habana, 1989

Nunca seremos capaces, los seres ordinarios, de vislum­brar cómo los hechos, al parecer intrascenden­tes y acci­dentales, pueden encadenarse en una serie de eventos terribles.

Un conocido, ni siquiera un amigo, invitó a, Rodelio Fan­del, para participar de una reunión tenebrosa. Había oído decir que era un estudioso, un investigador o algo por el estilo.

Fandel, nunca había tenido una experiencia similar. Moti­vado porque, según su vecino, se trataba de algo excepcional, solo extranjeros e intelectuales tenían ac­ceso, se decidió a acompañarlo. Así supo de la existen­cia de Encarnación, La China.

La amistad de este vecino con Mairelys; una joven santia­guera quien se iniciaba en La Habana, por cuenta propia, en la especialidad de acompañante de turistas españoles; fue la vía para acceder a la hermé­tica sesión.

El peninsular, compañía oportuna de la muchacha, era un vizcaíno cincuentón, interesado en conocer deta­lles, de primera mano, sobre la vida de Martí.

No se trataba de viajar en el tiempo, a lo Wells, por me­dio de un estrambótico artefacto, sino de una experien­cia de lo real maravilloso. El recurso para tal acercamiento fue a través de una médium: Encarna­ción; conocida en Luyanó, desde siempre, solo como La China. Luego de su inicio en la metempsicosis, su nom­bre devino en, Encarnación La China, tal como hoy conoce­mos a Isabel la Católica, a Catalina la Grande o a Juana la Loca.

El espiritismo en Cuba (frase tan idónea para titular un libro; que aseguraría existe) difiere mucho del que pue­den conocer los seguidores de esta disciplina en Inglate­rra; cuna de esta ciencia, para llamarlo como conviene referirse a lo desconocido; o los de Francia, patria de Allan Kardec.

Pudiera parecer poco serio valerse del espiritismo para una entrevista profesional, pero si nos detene­mos en un breve análisis argumentativo, podremos pre­sentar una lista, sino extensa, al menos suficiente, dada la celebri­dad de quienes la forman.

Sir Arthur Conan Doyle creador del mito literario de Sherlock Holmes, invirtió su fortuna viajando para dar conferencias en favor del espiritismo; el escri­tor sir Oliver Lodge (1851-1940) no ocultó sus inclinacio­nes hacia este campo; tampoco, sir William Crookes, (1832-1919), químico y físico británico. Su coterráneo, el escritor Arthur Machen, militó en la secta hermética Golden dawn, la cual, si bien no era espiri­tista, sí era de declarada proclividad hacia el ocultismo y la comunicación con seres superiores; Bul­wer Lytton autor de, Los últimos días de Pompeya, fue miembro de la sociedad Rosacruz in­glesa (fundada en 1867 por Robert Wentworth Little) cuyos miembros eran reclutados en­tre los maestros masones, (también, Martí, fue maestro masón en la logia, Armonía Número Cinco, de Madrid). A esta secta, Golden dawn, asimismo, estuvo afiliado Bram Stocker autor de, Drácula, (Personaje real, cuya in­fluencia tiene mucho que ver con los acontecimientos que describiera, Rodelio Fandel, tiempo después y que, ahora, dan lugar a este libro). Gertru­dis Gómez de Avellaneda, de igual manera, se interesó por el espiritismo; y ni qué decir de Camilo Flanma­rion, de Baudelaire, de Poe. Edisson y Marconi, compro­metieron su prestigio como investigadores en emplear tiempo y dinero para crear un aparato para comuni­carse con los muertos. Simón Newcomb, María Cu­rié... en fin.

En Cuba, el espiritismo, tiene otras dimensiones más pinto­rescas. La interacción con las culturas africanas ha incorporado al clásico vaso de agua, al perfume y las flores; el aguardiente de caña, el tabaco y hasta los mis­mos espíritus. La mayoría, para no decir to­dos, son entidades africanas: negros congos; esclavos y cimarro­nes. Son raros, ya ¡pero aparecen todavía! algún que otro árabe o ¡las gitanas! quizás, debido a la fuerte influencia del turismo, procedente de España, en los últimos años. La presencia de los indios norteame­ricanos sí ha mante­nido una invariabilidad preocupante (asociados siempre a Changó), a pesar de la lucha nacional contra todo tipo de penetración ideológica, en especial proveniente de los Estados Uni­dos.

Encarnación La China, era una médium novedosa; solo servía de vehículo a espíritus de celebridades.

A pesar de ser mulata,[1] mantenía la ortodoxia de la Es­cuela Espirita de Joaquín Trincado[2], la cual, como se sabe, se abstiene de los trances aparatosos y no pasa de un vaso de agua como medio tradicional.

Aquello era raro. Por sus ancestros debía tener fuerte influencia africana en su formación profesional. Del mismo modo, por mantener una relación, al parecer esta­ble, con Domingo Riesling: un negro con inquietu­des de búsqueda, como se supo unos años des­pués, en las tendencias que exploran el Más Allá por medio de lo que muchos llaman brujería conga pero que, en buena técnica, se denomina: Regla de Palo Monte, cargada de elementos de vigorosa sugestivi­dad.

Así, fue como llegaron.

Los pormenores: obvios. Bien se conoce cómo se instru­mentan las conexiones comunicativas con el ex­tranjero, sobre todo telefónicas y vía satélite. El caso fue que la entidad invocada, se puede decir, llegó.

Se sabe por Jorge Mañach[3], quien logró entrevistar perso­nas que conocieron al maestro, que éste tuvo una voz melodiosa y conquistadora; y aunque no de­jaba de serlo, usando de instrumento a una mujer co­mo La China, a Fandel, no le gustó para nada.

Al vizcaíno le interesaban, en particular, los detalles oscuros de aquella reunión, a puerta cerrada en La Mejo­rana, con Maceo y Gómez, de la cual, según él, se dicen muchas cosas inquietantes y se especulan otras, que tienden a ensuciar la imagen de hombres que hoy están cubiertos de gloria. Pero, según explicó con posterioridad La China, en los planos superiores los espí­ritus se liberan de las ataduras terrenales y olvidan, por así decirlo, las desavenencias y resenti­mientos que los ataban a la materialidad mundanal, quizás por ello, insistió tanto en recitar Los zapati­cos de rosa, y contar la historia de Meñi­que, que se avienen mejor a la ar­monía y  los senti­mientos no­bles.

Fraude o no, aunque el español quedara con la duda so­bre un asunto que, en realidad, al resto ni les iba ni les venía ni con el cual ¡nadie! iba a resolver problema al­guno, salieron de casa de Encarnación la China, bajo la mi­rada inquisitiva de Domingo Riesling, quien no dejó de mirar, a Fandel… como si lo conociera. Por in­sólito que parezca, a Rodelio, la cara de Domingo Ries­l­ing no le resultaba del todo ajena; aunque no podía identificar a aquel moreno fornido, aún en sus cincuenta y tantos, enfun­dado en una guayabera pana­meña, cuidadosamente rasurado, oloroso a buena marca de colonia... La mirada, de Riesling, era como si; por esos misterios de la vida, con los que, a veces, nos encontramos en el deve­nir de nuestra existen­cia; tuviera un atisbo sobre la tortuosa historia que, en el futuro, relacionaría sus vi­das.

 



1 Muy bien plantada por cierto.

2Español, de origen vasco, nacionalizado argentino.

[3] Autor de: Martí, el Apóstol, primera biografía martiana, a saber.

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